EntrevistasGeneralHistorias de viajes: “I love Montañita”

Llegamos a Guayaquil, el mismo 14 de febrero, Sin Valentín por supuesto, con mis amigas Milena y María Paz. Y lo primero que nos llamó atención fue el calor extremo y la pobreza del país, teniendo en cuenta que  nos íbamos a encontrar con otra cosa. Pero en fin, ya estábamos ahí y había que «aperrar». Fue el momento de partir e ir a  tomar el  bus que nos llevaría directo a nuestro objetivo, pero...

Llegamos a Guayaquil, el mismo 14 de febrero, Sin Valentín por supuesto, con mis amigas Milena y María Paz. Y lo primero que nos llamó atención fue el calor extremo y la pobreza del país, teniendo en cuenta que  nos íbamos a encontrar con otra cosa. Pero en fin, ya estábamos ahí y había que «aperrar». Fue el momento de partir e ir a  tomar el  bus que nos llevaría directo a nuestro objetivo, pero desafortunádamente lo perdimos y así comenzó nuestra travesía   “mier…cale”



Bueno, llegamos “a la  terminal”, como le llaman en el Ecuador y no recomendaron irnos a Santa Elena y luego a Montañita, objetivo final de nuestro viaje.

Fue así como emprendimos rumbo, que nos tenía contemplado 3 horas de tedioso viaje, viendo lugares muy pobres e impensados parajes, que mezclaban selva y playa, ¡panorama  no muy turístico!.

Hasta que arribamos al paraíso, tal como me había descrito en conversaciones  mi hermano, quien me mostró un video de surf del tour latino, semanas antes del viaje.

El lugar era alucinante, de otro mundo, muchos extranjeros, gringos, argentinos y chilenos, que van por unos días y se quedan por meses; quienes sobrevivían vendiendo cosas para lograr subsistir.

Llegamos al hostal, nos cambiamos ropa, nos vestimos con cosas más livianas y nos dirigimos a la playa directamente, tal como nos había recomendado el médico.

Olas fabulosas, puestas de sol, ceviche, cerveza en la playa, arenas blancas y todo lo que uno se puede imaginar encontrar…. sobre todo el  “happy brownie”, jajaja.

A esas alturas ya estábamos vueltas locas, descansando y disfrutando de la playa al máximo.

Los que nos llamó la atención en este momento, fue que el  tiempo se detiene y las horas pasan muy lentas.

Otro dato llamativo es “El surf” ¡cuento a parte!, ya que el mismo pueblo según nos contaban algunos argentinos, se creo por este deporte. Siendo los trasandinos los dueños de los hostales más grandes.

El point, se veía lleno todos días, al menos 30 personas disfrutando del surf y olas para todos los niveles y gustos. Una derecha perfecta que llegaba hasta la orilla. ¡Ojo! que los locales eran los más «cuáticos», no te podías quedar en la punta por que  era sólo de ellos.

Yo como hacía body, no logré conseguir una tabla y menos  aletas, por lo que no pude llegar a ese lugar. Pese a ello, arrendé un tablón y como había tomado unas clases con mi hermano, ya tenía nociones de surfear, de hecho ya me paro y corro  olas, aunque derecho, bien disfrutado.

Llegó el carnaval y se lleno de ecuatorianos, lamentablemente ahí  se acabó la tranquilidad y la paz.

Pero para contar las cosas buenas, me quedo con la buena onda de los locales, la tranquilidad de pueblo,  los nulos robos y el emprendimiento de los surfers; quienes colocaban sus locales “a su  clásico estilo” y afortunadamente  les iba bien.

En resumidas cuentas una experiencia que volvería a repetir mil veces y se la recomendaría a todas las personas que les gusta surfear,  gozar de la playa y disfrutar  del mar.

Como comentábamos con mis queridas  amigas «I love Montañita».

Texto y fotos: Mane Cataldo
Edición nota: Fernando Cataldo