Después de una exitosa experiencia el año pasado en Pucón y Villarrica, vuelve entre el 2 y 8 de octubre la segunda versión del Festival Rukapillan, el cual contará con la proyección de seis largometrajes chilenos. Dentro de la programación están: Robar a Rodin (2017) de Cristóbal Valenzuela, Reinos (2017) de Pelayo Lira, El diablo es magnífico (2016) de Nicolás Videla, El viento sabe que vuelvo a casa (2016) de José Luis Torres Leiva, El cristo ciego (2016) de Cristopher Murray y Mala Junta (2016) de Claudia Huaiquimilla.
La competencia de cortometrajes nacionales, está compuesta por: Y todo el cielo cupo en el ojo de la vaca muerta de Francisca Alegria, Haciendo Sombra de Iara Acuña, Mar Amarillo de Antonio Luco y Sofia Francescutto, Temps Mort de Joaquin Baus, El sueño de Ana de José Luís Torres Leiva, Culiaos de Samuel Gonzalez.
Además, habrá muestras de cine indígena de pueblos chilenos, donde colaborará el medio de comunicación Adkimvn y de cine infantil que será presentado por el Festival de cine Pichikeche.
Desde sus inicios, la misión de Rukapillan ha sido generar un espacio para la exhibición y creación de cine. “Partimos creando un proyecto de muestras de cine chileno una vez al mes, pero sentimos que era necesario condensar estas muestras para poder generar una instancia que pusiera a disposición más actividades relacionadas al cine que nos ayudaran a fundar un espacio de difusión y desarrollo al audiovisual local”, comentan los creadores y directores del festival Jeremy Hatcher y Francisca Celume.
¿Por qué solo cine chileno?
Porque el festival fue creado por directores audiovisuales chilenos, que trabajan en producciones de cine chileno y quieren fomentar la valoración de la cultura cinematográfica nacional y ser un punto de partido para la industria audiovisual local. También, por el diagnóstico de los directores sobre el estigma que sufre el cine chileno del público nacional, el cuál este festival busca desmentir.
En la Convocatoria a la primera versión de Rukapillan, el festival logró su objetivo de difundir contenido cultural, artístico y cinematográfico chileno. “Fue bien recibido y valorado, sin embargo, para un proyecto de este tipo se necesita de un tiempo para posicionarse en la cotidianidad de las personas que habitan esta zona y que no han tenido acceso a estos contenidos”, agregan Celume y Hatcher.
Esta nueva versión busca ampliar su público, llegar a más gente a través de las nuevas localidades y dentro de sus estrategias está fomentar la industria local a través del trabajo de realizadores de la zona. Fue así como se formó Rukalab: un espacio de creación audiovisual que consiste en la realización de dos cortometrajes durante la semana del Festival, los cuales son presentados durante la clausura.
T/F:J. Hatcher